De San Bernardo sale su hermandad,
un grandioso barrio bello y torero.
Olores a naranjo y limonero,
inundan y adornan esta ciudad.
La Salud, que me llena de bondad
y el único Refugio que yo espero.
Al miraros a los dos yo me altero,
también me come la felicidad.
Detrás de aquella muerte va la vida,
bajo su paso de palio llorando,
con sus varales y su caída.
Los nazarenos van iluminando,
la corte entera de oscuro vestida,
y toda la demás gente, llorando.
Pablo Pérez de León.
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